Antes de la entrada del verano las mujeres de casa
hacían una limpieza general de la casa. Limpiaban bien todos los
rincones, los cajones de las cómodas, los armarios, fregaban a
conciencia los suelos con lejía, jalbegaban la fachada y, sobre todo,
hacían de nuevo los colchones que estaban duros, con la lana hecha
pelotas de borra, apelmazada y lastimando los riñones de los que dormían
en ellos. Para esa tarea, llamaban a los colchoneros, en este caso, en
Madridejos, la última conocida era colchonera.
El colchón de lo que
hablamos es el que estaba formado por un saco o tela que solía ser a
rayas a colores rojo o azules junto con blancas o bien flores grandes y
difuminadas. En su interior había el relleno que podía ser de paja los
más pobres, miraguano, algodón y principalmente de lana. El día antes
habían deshecho el colchón, habían lavado la tela en el pilón y estaba
limpia para que el colchonero hiciera el colchón después de esponjar la
lana, y la lana se lavaba en las albercas de las huertas. Colocaban toda
la lana apelmazada del colchón en el suelo, en un sitio empedrado y al
que habían barrido bien con escoba de mijo y esparto, entraba a tu casa
para poder trabajar; también lo hacía en la calle, porque era trabajo
ambulante. Armados de vara de fresno o tal vez de mimbre larga y
flexible, sacudían varazos al montón de lana. La vara se hundía en la
lana y salía con vedijas enganchadas a ella. Varazo tras varazo, golpe
tras golpe, las pelotas de borra se rompen, se abren, se esponjan. La
lana queda hinchada y la borra se hace vedija suelta y fofa. La lana
bien vareada se colocaba después sobre la tela del colchón recién
lavada. La colchonera la distribuye bien pareja, la cubre con parte de
la tela y sentada al lado de lana y tela, la cose con aguja curva por el
costado. La ensarta en medio las cintas por los ojetes o herretes de la
tela y sujeta así la lana para que no se ruede al mover el colchón.
La colchonera venía una vez al año, en la temporada de verano. Cobraba
muy poco, pero a la vez le invitabas a comer en tú casa.
Texto de Francisco Javier Martinez
Romero www.entrepueblos.com
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