Los “quintos” han sido una de las tradiciones más
arraigadas en España a lo largo de este siglo, pero sobre todo es en los
medios rurales donde su estampa es más familiar y más cercana.
Las calles del pueblo tenían un aroma especial, los mozos se apoderaban de
ellas con sus coplas, la mayoría de las veces de tono subido o indicando
que esa quinta era la mejor de todas. También solicitaban propinas para
posteriormente pagarse alguna juerga.
Ramiro Álvarez nos cuenta cómo eran los quintos de su época:
“... Varios días antes de celebrarse la talla (momento más importante de
los quintos, además del sorteo), se iban juntando en pandillas para la
víspera de la talla e iban casa por casa pidiendo para comprar una arroba
de vino (16 litros).
Cuando iban por la calle cantaban coplillas y cada cual daba dinero según
sus posibilidades y le daban a beber al que había dado dinero un trago de
la garrafa de vino.
El mismo día de la talla, los familiares y amigos visitaban la casa del
quinto y allí eran obsequiados con pastas, garbanzos tostados, etc.. así
como con la correspondiente bebida (vino, mosto, gaseosa, sifón, limonada,
etc...) y los visitantes deseaban a la familia que el día del sorteo
sacara buen número y estuviera lo más cerca posible de su localidad.
También el día del sorteo, el alcalde preguntaba al quinto si tenía algo
que alegar a lo que éste podía contestar:
Nada.
Hijo de viuda pobre.
Corto de vista.
Pies planos.
Tengo un hermano en la mili.
Etc.
De esta forma algunos de ellos podían librarse de hacer
la mili....”.
Francisco recuerda que el día antes del sorteo los quintos cantaban este
cantar:
“Los quintos somos nosotros,
los soldados quiénes serán,
en el balcón del Ayuntamiento
el domingo por la mañana
Santillos lo dirá”.
Normalmente la talla y el reconocimiento tenía lugar en
el Ayuntamiento que generalmente estaba lleno por los mozos y sus
familiares. El sorteo que tenía lugar al año siguiente, no se realizaba en
el Ayuntamiento sino en la Caja de Reclutas de la provincia
correspondiente. Allí se iba para saber qué letras habían salido para los
diversos destinos. La suerte se echaba entre Africa y la Península, siendo
los destinos de Africa los peores, llenando de disgusto y pesar a
familiares, novias y amigos.
No obstante existía la posibilidad de librarse de cumplir el servicio
militar pagando a otros mozos, que reemplazaban al titular. La figura de
este soldado recibía el nombre de “soldado de cuota”: Francisco recuerda
que por los años que a él le tocó hacer la mili, estos mozos se vendían
por 2.000 reales, más o menos.
Mariano Camuñas nos habla de todo esto mientras hace memoria de su época:
“... de la talla se encargaba un empleado del municipio, el cual una vez
tallado el quinto y vista sana presencia daba el grito de “soldado útil
para servicio”. Si presentaba alguna alegación se declaraba “soldado útil
pendiente de fallo” a expensas de que la Caja de Reclutas de Toledo
finalizara la revisión del expediente.
El sorteo se celebraba en la localidad de nacimiento mediante un número
por individuo. Los números más bajos se destinaban a Cuba, Filipinas,
Guinea, Marruecos, etc... Había también cupos, de forma que los números
altos se libraban del servicio. También se permitía la permuta de destinos
mediante estipendios convenidos entre ambos reclutas.
Más tarde se hizo el sorteo en Toledo, y al igual que antes, los números
más bajos eran destinados a colonias...”
Francisco nos comenta:
“Mi padre me contaba que en el sorteo de pueblo saco el 18 y en Toledo el
81, le tocó hacer la mili en Marruecos. Esto fue en el año 1918, que
estaban en guerra. Paso tres años de mili en guerra, pero lo pudo contar,
suerte que no tuvieron otros muchos. De Madridejos, entre otros, falleció
el Teniente Infantes, y en su honor existe una calle en nuestro pueblo que
lleva su nombre.
Yo también hice la mili en Marruecos, en el grupo de Regulares Indígena N
9 de Arcila. El Coronel era de Alcázar de San Juan y se llamaba Antonio
Galeras Pan y Agua. Tenía un hermano llamado Alfredo que fue Alto
Comisario en Marruecos. En Alcázar existe una calle en el arenal que lleva
el nombre de los Hermanos Galeras. Yo pase bien la mili, ya lo dice el
refrán “por donde vayas, que de los tuyos haya”. Además, la quinta del 48,
que era la mía, solo estuvo 18 meses, no como la anterior que estuvo 2
años u otras que estuvieron 3 años o más”.
Por último qué decir de las numerosas coplillas que los
quintos cantaban por el pueblo y en las que alardeaban de ser los mejores
quintos o simplemente utilizaban el tono picaresco.
Vidal nos hace mención de algunas de ellas:
“Todos los cortos de talla, uncidos en una noria, ya que no sirven a la
patria, que rieguen las zanahorias.”
“El Ayuntamiento de Madridejos, el de los siete balcones, donde nos tiene
que ver el médico los coj....”
“Las madres son las que lloran que las novias no lo sientes, que quedan
cuatro pollitos, y con ellos se divierten.”
Finalmente en 1999 se ha producido el último
alistamiento. Es la quinta del 82. La ley ha suprimido el servicio militar
obligatorio, dando lugar así a un ejército profesional.
Pero no olvidemos una cosa: decir en un pueblo
pequeño que alguien es “quinto mío” suele llevar implícito el concepto de
amistad. |