Como eran los Mercados de Antaño
El mercado (o la plaza) se colocaba situando los
puestos de venta a lo largo de los arcos del Ayuntamiento, fuera de los
soportales. Cuando llovía o nevaba, se permitía a los vendedores colocarse
dentro.
Comenzaba la actividad muy temprano. Un “corredor” o
“alcabalero” distribuía las mesas (propiedad del Ayuntamiento), en las que
luego se exponían las diversas mercancías. Los vendedores o “placeros”
habituales disponían de puestos o mesas de su propiedad, con grandes
tableros de uralita satinada, donde colocaban el pescado y la fruta.
Casi todos pertenecían al ramo de la pesca. Lanzaban
al aire, con grandes voces, la calidad de las sardinas, besugos,
pescadillas y demás variedades que por entonces se vendían.
Algunas veces venían a la plaza pescaderos
ambulantes con camionetas de sardinas. Avisaban al pregonero y éste se
encargaba de hacerlo saber recorriendo las esquinas locales.
Los carniceros también vendían su mercancía en la
plaza. Tenían mesas tapizadas de hule con un trapecio del que colgaban las
reses. Al finalizar la venta, lo que sobraba, lo llevaban a un sótano (muy
fresco) situado en el centro de la plaza actual, debajo de lo que era el
Ayuntamiento, hoy desaparecido. Las “mondongueras” vendían los despojos
sobre unas pequeñas mesas. Depositaban la mercancía en grandes fuentes de
loza. Luego, al igual que los pescaderos, fueron confinados a locales por
higiene.
Según la época del año, así era el número de
vendedores. En verano venían hortelanos de Consuegra, también hacían plaza
algunos locales. Acudían meloneros de Villacañas, que formaban enormes
montones de sandias y melones.
En invierno, los “bargueños” (naturales de Bargas)
venían a vender higos, piñones y castañas. Extendían sus pardas mantas en
el suelo y sobre ellas amontonaban la mercancía. No usaban peso alguno.
Tenían unas medidas de capacidad de diferentes tamaños y vendían” a tanto
la media”.
Empezaron a venir los martes vendedores de ropa
vieja, “rastro”, los cuales traían para vender efectos de desecho del
ejército: cartucheras, monos, trinchas... algunos con “mili” de tres
guerras: Cuba, Africa y la Civil Española. También merceros con sus hilos,
puntillas y botones. Especieros, “comineros”, de Villafranca. Lebrilleros
de Bailén con sus enjaezados burros. Vendedores de picón con sus asnos
“enteros” (sin capar). Canteros de La Mota en carro. Desde Valera,
vendedores de puertas y ventanas.
Cuando llegaba la época de las matanzas a domicilio,
venían pimenteros de La Vera extremeña. También, algunos vendían tripas
secas para hacer longaniza. A principio del verano, teníamos a los
trincheros de Cantalejo (Segovia), que vendían sus “trillos” y arreglaban
por las eras con “pernales” los que estaban averiados. Todos ellos
atronaban el espacio con su fuerte vocerío. No todos venían a vender.
Estaban los trapicheros de Villafranca, que compraban huevos, aves,
conejos y todo aquello factible de ser revendido.
Alrededor de mediodía y finalizada la venta,
recogían los “placeros” sus puestos. El tío Isaías, el pregonero, se
encargaba de retirar las mesas, barrer toda la plaza y luego regarla al
caer la tarde. Los alcabaleros, mediada la mañana, cobraban el “rabiche” a
tanto la mesa o el especio ocupado.
Mariano Camuñas Mariblanca. |